El Temple d’August es uno de los vestigios más impresionantes de la antigua Barcino, la ciudad romana que dio origen a la actual Barcelona. Oculto entre los edificios del barrio gótico, este templo dedicado al emperador Augusto sorprende por la majestuosidad de sus columnas corintias, que se conservan en un pequeño patio interior. Estas columnas, que alcanzan más de nueve metros de altura, permiten imaginar la grandiosidad del foro romano que ocupaba este espacio hace más de dos mil años.
La Porta de Mar, por su parte, era una de las puertas principales de acceso a la ciudad amurallada de Barcino. Situada estratégicamente para conectar la ciudad con el puerto, esta entrada simbolizaba la conexión de Barcelona con el Mediterráneo y su importancia como punto comercial en la época romana. Aunque hoy en día sus restos son escasos, su ubicación y valor histórico siguen siendo clave para entender cómo estaba organizada la antigua ciudad.
Ambos lugares forman parte de la rica herencia romana que permanece oculta bajo las calles de Barcelona. Visitar el Temple d’August y la Porta de Mar es adentrarse en los orígenes de la ciudad y descubrir espacios sorprendentes que muchos turistas pasan por alto. Son paradas esenciales para quienes buscan explorar la historia más profunda de Barcelona y comprender su evolución a través de los siglos.