Cuando en 1831 Gracia obtenía el título de Villa luego de su lucha por la independencia de la mayor ciudad vecina, se le hizo una propuesta para urbanizar sus tierras que dio origen a la construcción del Mercado de la Libertad.
Este nuevo espacio, cercado por casas, se llamaba Plaza del Rey. En muy poco tiempo, comenzaron a venderles verduras y aves a los agricultores cercanos y comerciantes de otras zonas, como los del Vallés. En 1836 la plaza fue rebautizada como la Plaza de la Constitución hasta 1840 cuando se nombró como hoy en día la conocemos, Plaza de La Libertad, de manera simbólica por la sublevación de la ciudad que una vez fuera vecina de Barcelona, contra el gobierno del general Prim.
Con el proyecto presentado por el arquitecto municipal Miguel Pascual i Tintorer, en 1888 se inauguró la cubierta definitiva. Su estructura de hierro y los elementos que lo componen fueron construidos por la «Maquinista Terrestre y Marítima».
La idea de este tipo de mercado cubierto surgió en el siglo XIX, en la época de la división social del espacio y la adopción de modelos urbanos más racionales que estaban mejor adaptados a la población y el desarrollo industrial. Combinaban un marco de metal con vidrio que otorgaba una falsa impresión de transparencia.
Debido a sus grandes proporciones y la elevación de su disposición interna, estos mercados también otorgaban a sus barrios un aire de gran solemnidad.